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Sarkozy remodela su Gobierno tras la derrota electoral en las regionales

El presidente francés destituye al titular de Trabajo y da un giro a la derecha

Antonio Jiménez Barca

Tras su abultada derrota en las elecciones regionales, Nicolas Sarkozy retocó ayer el Gobierno con la vista puesta en aplacar las críticas de su propia familia política, que le acusa de haber traicionado los principios que le auparon a la presidencia en 2007 y haber recurrido, con demasiada frecuencia, a dirigentes de izquierda para puestos claves, lo que en Francia se ha denominado la "apertura a la izquierda". El baile de ministros fue leve y escaso, pero sintomático: el ministro de Trabajo, Xavier Darcos, convertido en una suerte de chivo expiatorio, deja el cargo por una razón: como cabeza de lista de la región de Aquitania, obtuvo el domingo un resultado calamitoso (un 28% frente al 56,3% de la coalición de izquierda) y eso le impide pilotar con la legitimidad suficiente la difícil reforma de las pensiones, rechazada por los sindicatos y la izquierda y prevista por Sarkozy para el otoño. El elegido para sustituirle es el actual ministro del Presupuesto, Eric Woerth.

Sus partidarios le culpan por fichar a líderes de izquierda para puestos claves
Villepin, su rival, creará está semana un nuevo partido de centro-derecha

Para sustituir a Woerth entra en el Gobierno François Baroin, un diputado de la esfera del ex presidente Jacques Chirac. Con esta incorporación, Sarkozy parece decidido a acallar las críticas crecientes de su propio grupo parlamentario, en especial las procedentes de la familia del anterior jefe de Estado. Darcos no es la única persona que deja el Gobierno: Martin Hirsch, uno de los símbolos de esta "apertura a la izquierda", que trabajó en su tiempo con Gobiernos socialistas como asesor en materia de sanidad y de trabajo y actual Alto Comisario de la Juventud, será sustituido por el más ortodoxo diputado y secretario adjunto de la Unión por un Movimiento popular (UMP), Marc-Philippe Daubresse.

También se incorpora al nuevo Ejecutivo francés, como secretario de Estado de la Función Pública, el diputado George Tron, próximo al viejo rival de Sarkozy y ex primer ministro Dominique de Villepin, que de hecho tiene previsto, esta semana, anunciar la creación de una nueva formación política de centro-derecha que hará la competencia al partido del actual jefe del Estado. Así, la incorporación de Tron al Gobierno se entiende como un intento de ir segando la hierba a los pies de Villepin, enfrentado a Sarkozy desde hace años. Ambos se profesan un odio mutuo.

El mazazo electoral que ha sufrido Sarkozy ha sido grave: el centro-derecha consiguió sólo el 34,34% de los votos y el control de las regiones de Alsacia, en la Francia metropolitana, y la Guayana y Reunión, en ultramar. La alianza entre socialistas, ecologistas y Frente de Izquierda (que agrupa entre otros al Partido Comunista), ha conseguido el mejor resultado desde 1981, con un 54,67%. La izquierda gobernará en 23 de las 26 regiones francesas. Ayer, Sarkozy y su primer ministro, François Fillon, estudiaron los resultados y ultimaron los retoques del Gabinete

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No les faltaron consejos hechos con más o menos mala fe. Jean-François Copé, presidente del grupo de la UMP en la Asamblea Nacional y una de las cabezas visibles del centro-derecha con ambición y determinación como para convertirse en el reemplazo de Sarkozy si éste decae, manifestó que se imponía "un regreso a los fundamentos de 2007".

El actual jefe del Estado llegó al Elíseo empujado por un impulso de cambio, tras prometer a los franceses que gozarían de mejor nivel de vida, que "ganarían más si trabajaban más", y después se apresuró a emprender varias reformas muy contestadas por la izquierda: un "escudo fiscal" que impedía que nadie contribuyera por un tipo superior al 50% a la hora de pagar sus impuestos, dirigido a las personas con mejores sueldos, o la reducción progresiva del número de funcionarios a base de cubrir sólo una vacante por cada dos jubilaciones. A juicio de los críticos, ese cambio, tal vez debido a la crisis, se ha frenado demasiado.

La izquierda, que ha barrido en estas elecciones y se prepara, con optimismo resucitado, para el asalto del Elíseo en las presidenciales de 2012, le reprocha precisamente lo contrario: que ese cambio ha ido muy lejos, hasta el punto de desmantelar servicios públicos como la sanidad o la educación.

Y la protesta crece: los sindicatos han convocado par hoy una huelga que afectará, sobre todo, al transporte público y a la enseñanza. No será la última.

El presidente Nicolas Sarkozy (izquierda) despide al primer ministro, François Fillon, a las puertas del Palacio del Elíseo.
El presidente Nicolas Sarkozy (izquierda) despide al primer ministro, François Fillon, a las puertas del Palacio del Elíseo.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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